Días pasados hablamos sobre la rehabilitación respiratoria en pacientes recuperados de casos graves de COVID.
Quienes requirieron hospitalización a causa del virus, presentan también otros problemas asociados al tiempo de inmovilización durante su estancia en la UTI, que por lo general suele ser prolongada.
Debido a la falta de movilidad se generan dolencias como debilidad muscular severa, fatiga, rigidez en las articulaciones, disfagia y problemas de funcionamiento relacionados con los movimientos, además de afecciones a nivel neuro-psicológico y respiratorio.
Tanto como con lo respiratorio, la movilidad de estos pacientes es un aspecto a rehabilitar. El inicio de la intervención se realiza cuando la persona aún permanece ingresado en el centro de salud y entra en fase de estabilidad clínica (una vez superado el riesgo de vida, cuando haya estabilidad hemodinámica y ausencia de fiebre).
Se trabaja con ejercicios simples dirigidos a facilitar el desarrollo de fuerza muscular y recuperar la movilidad.
En este proceso el papel de los fisioterapeutas es fundamental, porque son quienes establecen un programa individualizado adaptado a la condición de cada paciente.
La intensidad de la actividad es gradual y depende de los avances de cada persona en particular.
Una vez alcanzada el alta hospitalaria se mantiene el seguimiento y tratamiento ambulatorio cuando el paciente así lo requiere.
